El Cardo (Oda a la prosa de Gabriela Mistral)

Teñia dieciocho años. escribia cosas, según te he contado, con el que fue mi amigo del alma y nos casó Juan Francisco Hernandez, estudiante de semnario y fungía de Tio Perejil, representaba al de la foto de un viejito y asi se llamaba la `pagina de La Religion, periódico de Monseñor Pellin frente a la Plaza Bolivar y yo en San José de Tarbes en Carmelitas y después en El Paraiso

En esa época leí una prosa de Gabriela Mistral sobre la Flor del Cardo, que por estar en los caminos vió a Jesus de Nazareth
E padre Hernandez lo publicó con un título que me hizo tilin por mi cortísima edad dieciocha años y mi montuneria : "Ha nacido una poetisa"

 

 

 

Un jardín oriental en que natura

volcó sus fuerzas todas en concento polícromo

trocose en hermosura,

de todos los vergeles el portento

 

El lirio, la camelia, el heliotropo

la inocente azucena y el jazmín,

el blanco nardo de perfume ignoto

y el ardiente clavel color carmín

 

Todas las flores con que el cielo quiso

dotar la tierra en todos sus confines

se encontraban reunidas y felices

en aquellos lindísimos jardines

 

Una rosa, que erguíase altanera

dominando el conjunto en hermosura

pregunta a sus hermanas placentera

¿Conocéis a Jesús, todo dulzura?

 

 La pregunta concisa va pasando

de una flor a otra flor y a una tercera

más nadie pudo dar, ni aún dudando,

una respuesta que satisficiera

 

El suave lirio díjoles que un día

alabando su dueño su hermosura

comparole su prístina blancura

con el rostro del Rey de los Judíos

 

Recordó la rosa, entonces

que allá afuera en el camino

estaba la flor del cardo

que pudo ver al Divino

 

Sobre su endeble tallo

alzándose altanera

al inocente cardo

habló de esta manera:

 

Las flores del jardín venimos a pedirte

que si al Jesús Divino

en el camino viste

nos digas como era

si su andar era vivo

si su boca era suave

si su vista era altiva

como Señor que Sabe

que es el Rey de la Tierra

 

Responde, hermano cardo,

estamos impacientes…

 

Y la flor de los cardos rezó con voz doliente:

Yo si he visto a Jesús, Divino Penitente,

que en este mundo pena por una culpa ajena

Su tez sí, era muy blanca

su boca sí, muy suave

su caminar sería el palpitar de un ave

más que altiva la vista,

su mirada era grave

 

El sol reverberante rebota en su cabeza

los guijarros del suelo hieren su paso tardo

Si tú quieres mirarlo, si su bondad te pesa,

conviértete no más en una flor de cardo

 

La rosa impenitente lanzó una carcajada

gracioso oír al cardo aquella quijotada

ella la hermosa reina de aquel lindo jardín

convertida en un cardo, ser hollada sin fin

 

Y además qué interés tenía para ellas

que no gustaban ver sino las cosas bellas

mirar aquel viajero en el camino abierto

que era todo un mendigo de polvo recubierto

 

De más está decir que ni una entre las flores

vio jamás al Jesús de los grandes Amores

porque para dejar los placeres fugaces

las flores de este mundo somos poco capaces.

 

Zaira Andrade, 1938 (18 años)

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