Historia cuento de un amado cofre antiguo
Luisa Amelia Maya Osío de Paez, mi mamá, nació
el siglo antepasado, en Valencia, Estado Carabobo. Ese apellido
Osio siempre tuvo pedigree. Representado por Pablo Miguel Osio Sandoval,
Adelaida Osio de Montilla, Herninia de Jesús Osio Sandoval y mi abuela Carmela
Osio de Maya, madre de mi madre.
Me gustaría saber más de la juventud de mi
madre en esa época en la que las jóvenes se sentaban en los pollos de las
ventanas de la sala, protegidas por celosías y los jóvenes, a caballo,
paseaban por la Avenida Camoruco, pasitroteando en sus monturas,
luciendo sus trajes y sombreros de la epoca de los años finales de
18OO.
Pasaban frente a las ventanas detrás de cuyas
celosias se encontraba la joven recatada que veía al caballero sin que éste
supiera con certeza de su presencia, posiblemente presentida, por las
señales de la coquetería de todos los tiempos.
Durante los carnavales, cuando desfilaban las
carrozas engalanadas y las comparsas lucian sus atuendos variados
y festivos apropiados, los jovenes acostumbraban a hacer regalos a la
muchacha de su predilección.
El cofre del que hablo es uno de esos regalos.
Lo heredé de mi madre.
Amo ese cofre, Pasó a formar parte de mis secretos.
Le daba cuerda con la llavecita por el
sitio de la etiqueta porque al frente tiene, en dorado, como los esquineros, una
cerradura. Pero nunca lo vi cerrado con llave.
Le daba vuelta, le daba cuerda, oía los dos valses,
me los aprendí en aquella época. con la taquicardi `típìoa de la
clandestinidad.
Creo que desde esa época remota de mi vida amo las
cosas antiguas, las personas antiguas, las historias viejas. Igualmente amo esa
mi transgresión a las normas que prohibían que tocara ese
cofre. Esa piciardía a escondidas, me llenó
de fantasías, con jóvenes a caballo y clandestinidad incorporada,
Sorpresas inesperadas del posible amor
desatado por mi madre quien despertaba en mí esas emociones, por
guardar en su escaparate ese cofre que creo no le había sido regalado
por mi padre. Eso igualmente lo ignoro aún, En esa edad y en esa época, no
se preguntaba nada a los adultos.
Siempre. el hermoso cofre de
terciopelo morado estaba en el escaparate de mi madre. Muchísimas
veces busqué y hallé la ocasión de sacarlo a escondidas y
de disfrutar de esos momentos en los que los adultos están
ocupados en otros menesteres. Yo veia para todos lados antes de atreverme,
lo sacaba, lo abría. Era como eso que llamaban en francés un
necessaire.
Hoy, Bea mi hija tumbó el closet de su papá,
para arreglarlo, lo vi y se lo pedí para rememorsrme en esa picardía
deliciosa y muy repetida, que recuerdc con placer
infinito
Es un cofre rectangular de una seis dedos de
alto y cuarta y media de largo.
Ya perdió el terciopelo violeta que lo
caracterizaba y solo se observa bien tensada la tela violeta.
Tiene incrustado en el centro de la
tapà un óvalo metálico, dorado y labrado y en las cuatro puntas de la
tapa, como una flor de lis, los tres pétalos protegen las
puntas y el borde y su pètalo central está dirigido
al óvalo dorado del centro
Al abrirlo, la tapa tiene un espejo rectangular y
una sencilla tira color violeta con tubitos de la misma tela para
poner tijeritas, pinzas, esa cinta q divide el espejo en dos partes
simétricas.
El interior del cofre es acolchado con tela de seda
violeta, muy mullido para proteger las prendas a las que estaba destinado y
con puntos simétricos deprimidos, entre los abullonados, como un acolchado fino
con elevaciones y depresiones,
Siempre se me ocurría vaciar el cofre de
sus prendas y quitar el cojincito violeta. En el fondo de la caja, el
equipo de música lucía insólito: en el fondo, a la izuierda,
un cilindro de metal dorado con clavitos dorados diseminados
irregularmente en su superficie y esos clavitos en conexion con una hilera
de teclas pequeñitas igualmente doradas y metálicas
Por supuesto dentro del cofre estaba la
llavecita, totalmente hueca, como un cilinro pequeñito, con su extremo
amariposado para sostenerla ponerla en la cerradura,
darle cuerda y...
Al ver el cofre por debajo, pegada cerca del ojo de
la llave, hay una etiqueta rectangular, con una orla decorativa y lineas
para escribir. En las líneas manuscritas se lee, lo escrito en el
siglo antepasado,en tinta casi ilegible:
Valse de Fauste
Martha - choir ds domestiques, Flotow
Rafa investigó en Google y son:
Valse de Fauste de Charles Gounod
y
Choir des domestiques de
Martha, ópera de Flotow.
Recuerdo que tarareaba el vals y volvía
a darle cuerda para volver a oirlo ...
y me encantaba ver ese teclado metálico
tocando los clavitos del cilindro para regalrme la magia de esa caja de
música.
Nunca supieron que yo me daba ese banquete
clandestino y al casarme, se la pedi a mi madre, Aún la tengo,, .al Chépele
le encantaba, se la apropió y estaba en su closet
Aún se oye la música.
Aun funciona la llavecita que ahora tiene truco
porque a lo mejor se .
resbala porque recuerda su siglo de
origen
Eb este mágico cuento-recuento, mi madre, como
siempre, ha estado conmigo, debe haberne dado el visto bueno hoy
al enterarse de esas travesuras
Siempre yo conté y cuento con el aval de su
comprensión y se que ella sabía de mi amor por
las cosas viejas y le sigue gustando que yo lo tenga. ¿será qie está
recordandoq quién se la regaló?
Disfruto. como siempre este hallazgu del
alma, que comparto para estimularlos a buscar en ese morral interior todos
esos sucesos- Al hallarlos en el tiempo nos sorprendemos de ese
continuum del hilo de nuestra conciencia con el que hicimos y hacemos
cabriolas cual titiriteros de la vida que siempre, ocurra lo que ocurra,
amamos desatadamente.
Con amor oo Z en el amor oo de
Z
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